
A veces parece que los problemas no terminarán jamás. Lo intentamos todo, pero no logramos resolver la situación. El tiempo pasa y no vemos la solución.
Ahí, Dios obra. En el momento correcto y de una forma que no habíamos imaginado, Dios transforma la situación. Él nos consuela y nos restaura toda la alegría que parecía perdida para siempre.
La lucha puede ser dura, pero pasará. En el momento de desesperación, cuando dan ganas de desistir, confía en Dios. Él te librará.
Y a mí, pobre y necesitado, quiera el Señor tomarme en cuenta. Tú eres mi socorro y mi libertador; ¡no te tardes, Dios mío!
(Salmo 40:17)
A su tiempo, la victoria llegará. Recuerda que Dios no deja a sus hijos abandonados. Él nos escucha siempre, y en el momento oportuno, él obra. Cuando su poder se manifiesta, todo cambia. Verás cómo la situación que parecía imposible, se resuelve gracias a la intervención de Dios. ¡Él escucha tu clamor!
Bendito sea el Señor, que ha oído mi voz suplicante. El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias. El Señor es la fortaleza de su pueblo, y un baluarte de salvación para su ungido.
(Salmo 28:6-8)
Fortalece tu fe y tu confianza en Dios. Alaba a Dios por lo que ha hecho en tu vida hasta hoy, y por todo lo que todavía hará por ti. Mantente firme en él, busca de su presencia cada día y sírvele de todo corazón con confianza, porque lo verás obrar.
Buenas tardes, ¡Renueva tu confianza en el Señor, recibe su paz y descansa en él! Jesucristo te bendice
