En un mundo lleno de caminos y opciones, hay una decisión que lo cambia todo: elegir a Jesús. Él no es solo una opción entre muchas, sino el único camino que conduce a la vida verdadera, la paz duradera y la salvación eterna.
Escoger a Jesús es más que aceptar una religión o adoptar valores morales. Es entregar nuestro corazón al único que dio su vida por nosotros. Es reconocer que, por nuestra cuenta, no podemos alcanzar la justicia, pero por la gracia de Dios, somos perdonados, liberados y restaurados.
Cuando decimos: «¡Elijo a Jesús!», declaramos que él es suficiente. Ningún placer mundano, ningún logro, ninguna aprobación humana puede reemplazar su presencia en nuestras vidas.
Elegir a Jesús es caminar por fe, incluso cuando todo a nuestro alrededor nos dice lo contrario. Es confiar en sus promesas, incluso entre lágrimas. Es aferrarse firmemente a la mano de aquel que venció la muerte para que tuviéramos vida.
Jesús nos llama cada día: «Sígueme». No nos promete tranquilidad total, pero nos garantiza su presencia constante. Y esto es lo que nos fortalece: saber que no caminamos solos. Su cruz nos recuerda el amor inmensurable que nos alcanzó. Su resurrección nos garantiza la victoria sobre el pecado y la muerte.
En medio de presiones, tentaciones e incertidumbres, reafirmo mi decisión: ¡Elijo a Jesús! Elijo el amor que nunca falla, la verdad que libera, la luz que disipa las tinieblas. Incluso cuando tropiezo, él me levanta. Cuando fallo, su gracia me alcanza.
Que cada día le des un nuevo «sí» a su llamado y que él sea el centro de cada decisión. Porque al final, lo que más importa es estar con él.
Yo escojo a Jesús. ¿Y tú?
Buenos días, confía en Jesucristo y encontrarás la paz y la salvación que solo él puede dar.
